sábado, 3 de septiembre de 2011

UNA CARCEL RENTABLE

 


Cárcel Tihar, India
Es la hora del té en la panadería de la cárcel de Tihar, en Nueva Delhi. Los obreros están ocupados con la masa azucarada de panecillos o empacando galletas de sal.
Del horno salen calientes panes de molde que, luego, descansan en rejillas de alambre mientras se enfrían.
Pero la comida no es para los prisioneros de la cárcel más grande de Asia del Sur. Su destino final son las alacenas y las mesas de comedores en toda la ciudad.
La panadería fue establecida inicialmente para proveer a los 12.000 habitantes de la prisión, pero ahora vende sus productos al mundo exterior bajo la marca TJ's.
La esperanza es que el aprender algo nuevo será parte clave del proceso de rehabilitación y le ayudará a los prisioneros a integrarse a la sociedad cuando recuperen su libertad.
"Los programas de aprendizaje son muy importantes. Los denominamos 'medidas de justicia reconstituyente'", señala Kiran Bedi, quien fue el primer agente de policía femenino en India, y exinspectora general de prisiones.
"De hecho, el programa ha sido respaldado por mucha gente, incluso las víctimas, pues lo ven como positivo para el futuro de estos delincuentes", añade.

Buen negocio

Los prisioneros no sólo hacen pasteles. Unos 2.500 internos son empleados en alguna de las siete fábricas del complejo carcelario.
Cárcel Tihar, India
No sólo de pan vive el hombre.
La fábrica de tejido produce la tela de los uniformes de los prisioneros. La unidad de carpintería hace muebles para escuelas públicas y oficinas fiscales. Otra fábrica elabora papel ecológico a partir de basura.
Uniformes escolares y para algunas oficinas del sector privado se confeccionan en la unidad de sastrería.
La división química produce aceite de mostaza extraído a mano, mientras que la última adición es una zapatería construida con fondos de una asociación público privada.
Los productos "Hechos en Tihar" produjeron US$3,3 millones en 2010, convirtiendo a la cárcel en uno de los principales minoristas de todo, desde galletas, hasta ropa.
Los productos se venden en algunas tiendas ubicadas en el complejo de la Corte Suprema de Delhi y también a través del sitio en internet de la cárcel.
Las ganancias se utilizan para ayudar a financiar los costos de la prisión.
Y ante la creciente demanda de los consumidores, las autoridades ahora quieren llevar la marca TJ's aún más lejos.
Sunil Gupta, el vocero de Tihar, dice que la prisión apunta a expandir su red de distribución y ofrecer los productos a toda India.
"Proponemos un aumento de sueldo para los presos. Queremos invitar a artistas y diseñadores de todo el mundo para que le den a los convictos instrucción para mejorar los productos TJ's", explica.
"Creemos que esta empresa económica es buena tanto para la cárcel como para los encarcelados".

Energía creativa

Sólo los prisioneros que han sido condenados por delitos graves pueden trabajar en las fábricas de la cárcel.
Con la expansión gradual de las operaciones, las horas laborales han aumentado a turnos de ocho horas, seis días a la semana.
Cárcel Tihar, India
Tanto los carceleros como los encarcelados parecen estar contentos con la idea.
Quienes trabajan reciben un salario diario de acuerdo a su experiencia. Un empleado entrenado gana US$1,13 al día, mientras que uno semientrenado o novato reciben US$0,96 y US$0,87 respectivamente.
Los salarios se depositan en cuentas de ahorros a las que sus familias pueden tener acceso en el exterior.
Y aunque el dinero es una parte importante del trabajo, para muchos observadores y presos, es igualmente importante desarrollar aspectos de su personalidad que quizás hayan ignorado.
Como parte de un programa presidido por el popular músico Kamal Sabri, cada noche se escuchan melodías que brotan de las zonas verdes de la cárcel, donde los reclusos practican con sus instrumentos.
Su plan es producir un álbum de música clásica india, que incluya una canción de los presos.
"Hay tanta gente creativa y talentosa aquí", dice Sabri.
"Es importante darles la oportunidad de usar ese talento. La música trae energía positiva a sus vidas y también puede brindarles oportunidades laborales cuando salgan de aquí".
Para algunos reclusos, ese día de liberación no está tan lejos.
Ajay Hazra ha pasado más de 13 años tras las rejas y ha estado trabajando en la panadería durante los últimos siete.
"Pasé mucho tiempo aquí y conseguir trabajo cuando salga va a ser difícil", dice.
"Pero lo que aprendí en esta cárcel me dará una gran ventaja. Espero poder montar mi propia panadería cuando sea libre".

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